Crónica del Desafío del Desierto: Arena, Moto y Pasión
Planeta motero
● 2 septiembre, 2025
Antes de adentrarse en el desierto de Atacama, había que resolver un aspecto fundamental: el equipamiento. El protagonista, consciente de los riesgos y exigencias del terreno, se dedicó a escoger cada pieza con cuidado. Desde las botas Tech 7, cómodas y resistentes, hasta el casco SM5 acompañado de antiparras, rodilleras SX1, guantes con protección y un airbag de última generación diseñado para rally.
Gracias al apoyo de Motomundi, el proceso de equiparse fue como entrar a una “juguetería” para cualquier amante de las motos. Cada detalle contaba: jerseys con el logo de Honda, protección total y la ilusión de entrar al desierto con la mayor seguridad posible. La misión era clara: ir preparado, registrar la experiencia y volver sano y salvo.
Rumbo al norte: llegada a Copiapó
Con las motos cargadas en camiones y camionetas, la caravana partió hacia Copiapó. Allí, entre verificaciones administrativas y revisiones técnicas, comenzó a sentirse el verdadero ambiente del rally. El control era estricto: cascos en perfectas condiciones, GPS configurados y reglas claras, como la prohibición de usar cámaras montadas en los cascos.
Mientras los pilotos ajustaban detalles en sus máquinas, el cronista organizaba sus propios equipos de grabación. Cámaras, drones, micrófonos y accesorios: todo debía estar listo para documentar cada instante de la carrera. La jornada terminó con la largada protocolar, una fiesta popular donde pilotos, familias y aficionados compartieron la pasión por las motos.
Llegó el momento más esperado: enfrentar la arena del desierto. La moto asignada, una Honda CRF 300 Rally, ligera y noble, se convirtió en compañera fiel durante la travesía. Con nervios y emoción, el piloto amateur se adentró en las dunas.
El aprendizaje fue inmediato: en la arena no valen los frenos como en el asfalto, el cuerpo debe relajarse y la velocidad —aunque intimide— aporta estabilidad. Cada metro recorrido era un reto y una lección. Mientras los profesionales surfeaban sobre la arena, él luchaba por mantener el control, siempre con la misión de capturar imágenes y mostrar la esencia del evento.
El Desafío del Desierto demostró ser más que una competencia: un encuentro familiar y comunitario, con categorías para todos los niveles, desde principiantes hasta superexpertos, pasando por duplas de padre e hijo. La camaradería fue tan inspiradora como la carrera misma.
El cierre: premiación y reflexiones
El tercer y último día de carrera marcó el clímax. Las caravanas de motos se internaron en el desierto rumbo a la última etapa, donde cada piloto dejó todo en la pista. Desde figuras internacionales como Nacho Cornejo hasta debutantes, todos compartieron el mismo espíritu: disfrutar y dar lo mejor de sí.
La premiación, cargada de emociones, dio lugar a discursos que resaltaron la importancia de estas competencias como espacios de hermandad y pasión por el motociclismo. Entre ellos, destacó la reflexión de Cornejo, quien recordó sus primeros pasos en este mismo rally.
Finalmente, la experiencia dejó huellas imborrables. El equipamiento respondió de manera impecable, las botas se convirtieron en las favoritas del protagonista y el airbag fue símbolo de seguridad avanzada. La CRF 300 Rally demostró ser una moto versátil, ideal para el desafío y para futuras aventuras.
Más allá de la competencia, quedó la certeza de haber vivido un viaje transformador, una experiencia que llevó al narrador fuera de su zona de confort y le permitió crecer como motorista y como creador de contenido. El Desafío del Desierto fue, en definitiva, un recordatorio de que la pasión por las motos va mucho más allá de la velocidad: es comunidad, aprendizaje y superación personal.